1. Escucha activa
Escuchar con atención implica más que solo oír palabras. Requiere poner interés genuino en lo que el estudiante expresa, mostrando respeto por sus ideas, emociones y preocupaciones. Utiliza el contacto visual, haz preguntas para profundizar y evita interrumpir. Esta práctica fortalece el vínculo docente-estudiante y promueve la confianza.
2. Lenguaje claro y accesible
Es importante adaptar el lenguaje según la edad, el nivel educativo y las características del grupo. Utilizar ejemplos cotidianos, explicaciones sencillas y recursos visuales puede marcar una gran diferencia en la comprensión. Evita tecnicismos innecesarios y procura verificar si el mensaje fue comprendido.
3. Fomenta la participación
Invitar a los estudiantes a opinar, preguntar y reflexionar les permite sentirse parte activa del proceso educativo. Puedes utilizar dinámicas, debates, encuestas o foros de discusión para que todos tengan la oportunidad de expresarse. Una clase participativa es una clase viva.
4. Retroalimentación oportuna y constructiva